image (1)Cuenta la leyenda del lugar que hace mucho mucho tiempo en el sur de la provincia de Mendoza vivía una tribu indígena. La tribu estaba a cargo del cacique Talú quien a pesar de su juventud gobernaba inteligentemente a su pueblo.  Transcurría pacíficamente la vida en la aldea pero un gran problema se acercaba… la sequía.

La sequía azotaba a una gran región. Por eso frente a las órdenes de Talú un grupo de indígenas valientes salió a buscar agua para su pueblo, encontrando solo tierra reseca y muerte.

Fue en uno de esos recorridos que Talú conoció a Clara. Ella vivía sola en el valle. Al saber Talú de su soledad la invitó a formar parte de su tribu.

Surgió, instantáneamente, entre ambos un gran amor y decidieron formar una familia. Al tiempo nació de esta unión una bella criatura al que le pusieron de nombre :  Atuel.

Este acontecimiento de alegría no pudo ser festejado en la tribu porque la muerte seguía azotando a todo el pueblo debido a que la gran sequía. La falta de comida continuaba destruyendo la vida de muchos integrantes de esa comunidad. El dolor y la tristeza entre todos los integrantes de la tribu era impresionante. Ya no sabían qué hacer.

Un día la tribu de Talú fue cruelmente atacada por un grupo de hombres blancos que querían dominar parte de su territorio, aprovechando que estaban vulnerables. Lo hicieron matando a todos los indígenas que se cruzaron en su camino, indios que estaban débiles por la falta de comida y  agua.

Talú fue asesinado en esa batalla. Su mujer y su hijo sobrevivieron. Clara cargó en brazos a su hijo recién nacido Atuel y, sin dudarlo, huyó de este grupo de hombres blancos que pretendía exterminar a su pueblo. Se dirigió a las altas montañas, subió a una de esas cumbres y allí pidió a los dioses que protegieran a los pocos sobrevivientes de su tribu, rogando que les entregara “agua” para poder revivir y así salvarse. Pero, nada pasó.

Al ver esto Clara sintió que los dioses estaban esperando un gran sacrificio, una gran entrega. Por esa razón decidió ofrendar a los dioses su vida y la de su hijo Atuel. Ella amaba a su pueblo y quería que los sobrevivientes, niños y mujeres, pudieran salvarse. Dio sus vidas por ellos. Y cuando ambos estaban agonizando dejaron caer lágrimas de su ojos que a través de la tierra reseca llegó hasta la aldea y se convirtieron en un caudaloso río, cristalino y puro. Había ocurrido un milagro.

Así lo entendieron los integrantes de la tribu y agradecieron a Clara su sacrificio. Comprendieron que este río mantiene el espíritu de Atuel y por eso lo bautizaron con su nombre, a manera de homenaje y de recuerdo.

El río Atuel representa la fidelidad de Clara a su pueblo y la pureza e inocencia de su hijo.  Por eso escuchar al río Atuel es como oír el llanto de un niño, o a veces, como si la madre le cantara para hacerlo dormir.